En 1918 el poete chileno Vicente Huidobro llega a España tras su estancia en París. A partir de su actividad y capacidad de influencia sobre un pequeño grupo de artistas partícipes de tertulias vanguardistas el movimiento se va a conectar con los aires europeos que circulaban por París. La influencia de Huidobro junto a la actividad de Ramón Gómez de la Serna marcarán el nacimiento de las jóvenes generaciones poéticas que pretenden romper con el arte anterior a la Guerra del 14. Ello no supone, ni mucho menos, despreciar el papel renovador de otras figuras como Juan Ramón Jiménez o José Ortega y Gasset.
De Huidobro surge el Creacionismo. A través de ese término se quiere dejar patente que la obra literaria es totalmente autónoma del mundo. El poeta debe dejar ya de cantar a la naturaleza; lo que tiene que hacer es imitar a la naturaleza, eliminar todo lo descriptivo o anecdótico. Hay que "hacer un poema como la naturaleza hace un árbol".
Junto a Huidobro hay que destacar a Juan Larrea y Gerardo Diego como fundadores del Creacionismo.
El Creacionismo es una de las vanguardias más interesantes aparecidas en Latinoamérica, aunque lo cierto es que, exportada por el propio Huidobro, tuvo grandes representantes en España, como Gerardo Diego y Juan Larrea. Además, en este caso, venía a simultanearse la existencia de una estética y una poética formuladas desde el plano teórico con las altísimas cotas literarias logradas en el plano de la escritura poética. Quizá el lugar donde Vicente Huidobro recopile de una manera más detallada y sistemática todos los principios de este movimiento sea en su manifiesto "El Creacionismo", aparecido por vez primera en francés en su libro Manifestes (1925). Allí, en primer lugar, justifica la existencia del Creacionismo antes de su llegada a París: "El creacionismo no es una escuela que yo haya querido imponer a alguien; el creacionismo es una teoría estética general que empecé a elaborar hacia 1912, y cuyos tanteos y primeros pasos los hallaréis en mis libros y artículos escritos mucho antes de mi primer viaje a París". Pero, después de esa justificación, no tarda en presentar su receta particular de lo que ha de ser un poema creacionista: "El poema creacionista se compone de imágenes creadas, de conceptos creados; no escatima ningún elemento de la poesía tradicional, salvo que en él dichos elementos son íntegramente inventados, sin preocuparse en absoluto de la realidad ni de la veracidad anteriores al acto de realización". Sin embargo, lo que más interesa de la formulación teórica de Huidobro es su propuesta de poesía universal, y, por tanto, traducible, lo que nos permite comparar esta concepción poética con la defendida por Ezra Pound, quien, al igual que Huidobro, aunaba la aportación teórica con la producción poética: "Si para los poetas creacionistas lo que importa es presentar un hecho nuevo, la poesía creacionista se hace traducible y universal, pues los hechos nuevos permanecen idénticos en todas las lenguas". De todas maneras, es al final de este manifiesto donde Huidobro se ratifica en su idea del poeta como creador "equiparable, por tanto, a Dios-, de ahí que tome las palabras que ya había publicado en Horizon carré: "Hacer un poema como la naturaleza hace un árbol".